Por Adriana Cabrera Esteve
Algunos siguen preguntando si existe el amor
Y se siguen preguntando a dónde llega la razón
Pero yo no me olvido de todo lo que me diste te lo digo con una mano en el corazón.
La única voz de No te va a gustar
“Yo soy Blanca Nilo de Artigas, madre de la desaparecida María Asunción Artigas, que fue secuestrada el 30 de diciembre de 1977, junto con su esposo, estando ella embarazada. En abril del 78, un compañero de ella fue a visitar a mi consuegra que vivía en Buenos Aires, y le dijo que mi hija estaba embarazada de cinco meses y que estaba junto a su esposo, que no se veían, pero de alguna manera se comunicaban en el Pozo de Quilmes. Y ya no supe más nada hasta que en el 79, otro compañero me llamó de larga distancia y me dijo: Señora, vaya a buscar a su nieta, está en la Casa Cuna de Buenos Aires y es hija de María Asunción Artigas y de Alfredo Moyano, pesó kg. 2.950 y nació el 29 de agosto. Fuimos a la Casa Cuna de Buenos Aires y a la de La Plata, hemos dado todos los testimonios legales, recurrido a todas las organizaciones de derechos humanos, a la OEA, a las Naciones Unidas, y en ningún lado hemos tenido noticias. Quisiera que nunca más las madres, las abuelas sufran lo que estamos sufriendo con estas desapariciones de nuestros hijos. Quiero que nunca más en la vida pase esto”.
Así hablaba Blanca durante las años de dictadura y así lo registró Estela Peri en el 83 mientras estudiaba comunicaciones y filmó su testimonio. “Cuando hicimos ese audiovisual fuimos a la casa de Luz, de Sara y de Blanca. La de ella era una casa muy humilde, nos recibió con mucho cariño, era una mujer muy expresiva. Nos contó con la misma angustia de todos los otros cuál era su situación. En ese momento no había aparecido ninguno de los chiquilines. Lo que recuerdo es que era una mujer muy activa, muy movediza, iba a Buenos Aires, iba con las abuelas de Plaza de Mayo. Estaba muy metida en todo. Durante la dictadura se hacían charlas. A ella se la veía en las parroquias o en cualquier lugar donde se juntara gente. A esas charlas iban familiares de desaparecidos, de presos, de asesinados, de los rehenes. Iba un montón de gente a hablar porque en ese momento no había otra manera de tener información. Habían empezado a salir algunos semanarios como Aquí, Asamblea, después Compañero. Pero era muy poca la información por eso la gente quedaba muy conmovida cuando la escuchaban. Había quienes no tenían la menor idea de la existencia de desapariciones. Se sabía sí, de los presos políticos. Pero de la desaparición de niños, no”, nos cuenta, Estela.
A Blanca se la podía ver por todas partes. Una cita obligada fue la Plaza Libertad cuando íbamos allí con nuestras fotos. En esa época Blanca todavía nos agarraba del brazo y nos decía, “hay que tener esperanza”. No sé cuándo la fue perdiendo pero no dejó de asegurar la presencia de sus hijos los 1ros de mayo junto a los trabajadores, porque sabía que si estuvieran con vida, ellos no hubieran faltado. Luego fueron las Marchas del 20 de mayo, en primera fila como la supo captar la cámara de Anabella Baldovino.
Eduardo Pirotto, militante de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos nos dice, “a los plenarios de Familiares, mientras pudo moverse con cierta independencia, no faltaba nunca”.
Sólo confío en su voz
Con ella, y unos pocos más, teníamos una cita obligada en agosto junto al Memorial de los Desaparecidos de La Teja. Había sido inaugurado el 5 de agosto de 2001 cuando pocos hablaban de desaparecidos o de derechos humanos. Allí nos convocamos junto a Graciela Montesdeoca, Gladys Rodríguez, Beatriz Castellonese, entre otros. Blanca nunca se achicaba cuando le pedían que hiciera uso de la palabra. Era una mujer de pueblo y lo decía: “Yo no sé hablar pero puedo decir lo que era mi hija”.
Ese día también pasó al centro de esa multitud que rodeaba el monumento y tomó el micrófono. Pequeña, con sus rasgos de india, con sencillez. Pero su mensaje había cambiado, ya no era el de 1983:
“Quiero agradecerles a todos los vecinos y a todos los que colaboraron para hacer posible esto, porque sin ayuda, nosotros no hubiéramos podido, así que de corazón, les agradezco y espero que en otros barrios hagan lo mismo que hicimos nosotros porque esto es muy lindo, que pasen los chiquilines o pase alguien que no sabe o no quiere saber y pregunte por qué es esto, qué es lo que pasa, y un familiar de desaparecido le diga quién los hizo desaparecer, los militares, que son los que saben adonde están y no nos lo quieren decir. Como falleció la pobre Tota Quinteros sin saber qué había sido de su hija, y yo si seguimos así, todas mis compañeras que somos mayores, va a ser así. Porque en este país, si no hay verdad y no hay justicia, jamas va a haber paz”.
Y fue así. Ella también falleció sin encontrar a su hija por eso tuvimos que reconstruirla con este rompecabezas. De a retazos.
Y no me olvido de tus caricias y no me olvido de tu dolor
Gabriel Otero, alcalde del Municipio A, era amigo de su hijastro por eso la conoció de niño y la recuerda como una mujer “dulce y triste”. Ella les preparaba la merienda cuando ellos jugaban en el fondo de la casa. Sin embargo, estaba “la penumbra” en el interior del hogar y el “esposo callado que miraba de reojo”. Gabriel describe a La Teja, “el barrio hervía pero estaba todo el mundo reprimido”. Cuando apareció María Victoria, su nieta, “todo el mundo se revolucionó”. “Fue ahí que nos desayunamos del por qué de cada cosa. Blanca lo disfrutó. Fue un momento de alegría”. Aunque no duró mucho, “mientras la nieta vivió con los Artigas fue al liceo Nro.38, luego volvió a Buenos Aires”.
Blanca había recuperado a su nieta antes que muchos. El primer caso fue el de Amaral García; el segundo, María Victoria. Había nacido en cautiverio como Carlos D´Elía.
Del tiempo en que María Victoria vivió en Uruguay, Estela Peri no recuerda mucho. “Sí supe que vivió un tiempo largo con ella, llegó a festejar los 15 años acá. Fue muy triste, porque Blanca se puso todas las pilas para criarla a pesar de que eran muy humildes. Hacerle un cumpleaños de 15 debió haber sido un gran esfuerzo”.
La nieta se fue en ese proceso dificil y complejo que han hecho los hijos de los desaparecidos aunque en general “termine primando un sentimiento de agradecimiento por haber recuperado su identidad”. El documental “Los hijos del Condor” da cuenta de ese período. Blanca viajando a Buenos Aires a visitar a su nieta y María Victoria, con su expresión adolescente, la misma mirada de su abuela, dulce e ingenua, contando su vida y sus sentimientos, sentada al lado de su apropiadora.
María Victoria tiene ahora una hija, “cuando vino, quiso llevarla a conocer el Memorial de los Desaparecidos y juntas recorrimos los lugares que había frencuentado de niña”, nos sigue contando Estela. “Mucho tiempo despuès me encontré a Blanca en la Terminal de Tres Cruces, me dio tristeza verla tan llena de cosas, la llevé a su casa. Parecía bastante sola”.
Que pensaste en nosotros primero, no te acordaste solo de vos
Así como la Tota Quinteros heredó el apellido de su hija, Blanca heredó el de su hija María Asunción, por eso todos la llamamos, Blanca Artigas. Su hija fue vista en los pozos de Quilmes y de Banfield. Y sobre ella y su compañero fueron apareciendo testimonios que más tarde servirían para engrosar la denuncia sobre 37 traslados clandestinos desde Argentina durante los años 1977 y 1978 que culminaron con la desaparición de los detenidos. Esta causa permitió condenar el 22 de octubre del 2009 y llevar a la carcel por el delito de coautoría en reiterados casos de homicidio muy especialmente agravado, a Gregorio Alvarez y al ex marino Juan Carlos Larcebeau. Por desproligidades de la Embajada Uruguaya en Italia, logró zafar el ex marino Jorge Tróccoli.
Jesús Yañez, el artista que había diseñado el monumento a los desaparecidos de La Teja, la recuerda contar los dichos de su hija: “Cuando precises algo, siempre acordate de los compañeros”. Así lo hacía Blanca. Quizá por eso, la mirada transparente con que se acercaba a cada uno de nosotros. Jesús también nos cuenta de sus últimos años, “faltaba vida en la casa y estaba deteriorada. Los compañeros le llevaban leña y alguna otra cosa pero al final hubo que llevarla a un hogar de ancianos. Allí compartía el cuarto con dos mujeres más”. Ella tenía también un hijo en el exterior que periódicamente le mandaba alguna remesa para los gastos.
No lo dudes de todo eso no me voy a olvidar
Eduardo Pirotto, en ese entonces, asistente social de SERSOC, estuvo cerca en sus últimos tiempos. “Estuvo enferma, postrada”, nos cuenta. Eduardo hacía un acompañamiento, la visitaba con cierta regularidad. En Familiares se hacían baquitas para ayudarla. SERSOC brindaba algo de apoyatura como suministrarle los pañales y ver cómo era la asistencia que le daban los hijos. Recuerda la condición muy humilde de su casa, “esos detalles los tengo muy presentes. Fue un tiempo dificil para Blanca. Fue dificultoso convencerla de dejar el hogar”.
Publicado en Noteolvides Nro.14
Parece broma…el DEJA UN COMENTARIO…..no pude terminar de leer…..ahora no sé …los porqué??….dios lo sabe!! sufrí mis frustraciones.. pero tengo mi vida, tengo mis hijos…y lucho a cada instante porque no haya impunidad en nada!!..en lo mas mínimo de nuestros actos o de nuestros dichos….del diario vivir…..no sé si esto alcanza?….pero mirando el pasado….hay gente que no está, ni la encuentro, ni sé nada….más de ellos y ellas…..
Compañeros no seamos ingenuos. Jorge Trocoli zafo no por desproligidades sino por complicidad de los funcionarios de la embajada uruguaya en Italia,