El debate sobre convivencia y seguridad ciudadana fue precedido de una dura campaña de la derecha que tenía como objetivo convencer a los uruguayos de que nos encontrábamos en un mar de sangre de la que los adolescentes eran sus principales protagonistas. Un escenario especialmente elegido por la derecha en toda América Latina. Resulta relevante que uno de los siete puntos esgrimidos por la derecha paraguaya para realizar un juicio sumario al presidente democráticamente electo Fernando Lugo, fue el de no haber podido manejar la inseguridad ciudadana. En nuestro país tomó la forma de plebiscito por la baja de la edad de imputabilidad y se impulsó sin ningún problema ético por estigmatizar a las nuevas generaciones como posibles peligros para la sociedad.
¿Puede llamar la atención? No. La derecha tiene una amplia experiencia en usar el miedo como mecanismo de manipulación de las masas. En los 70 y 80, la persecución del “enemigo interno” personificado en jóvenes de barba, bigotes, jeans y pelo largo o jovencitas de cabello lacio, zapatos Incalcuer y mongómerys unificó a civiles y militares en contra de un enemigo común. La prensa y los discursos de los gobernantes supieron sembrar en la ciudadanía la desconfianza hacia todo lo que pudiera simbolizar un cambio a los modos conservadores de convivencia. La división entre izquierdas y derechas tuvo también un terreno de prejuicios y temores fomentados desde la voz de los gobernantes. El “enemigo interno” tomó forma de pueblo y de organización. Pero el miedo siguió siendo la principal herramienta de la derecha. El terrorismo de Estado inculcó el miedo a la tortura, a la desaparición forzada, a la prisión prolongada. La fórmula para no ser sujeto de sospecha era “el hacé la tuya” y para los padres, el “cuide bien que su hijo no se meta en cosas raras”.
Pasada la dictadura, se las ingeniaron para mantener en la cabeza de los uruguayos el recuerdo vívido de lo sucedido y el miedo a que surgiera un grupo de militares nostálgicos a los que se les ocurriera volver.
Cuando todas esas fórmulas fascistoides empezaron a caer en el vacío, tuvieron que inventar un nuevo enemigo interno. Algunos ensayos durante la crisis del 2002 le dieron la pauta de que el miedo seguía siendo una buena herramienta de manipulación del pueblo. Es así que todos los montevideanos fuimos testigos de la maniobra con la que se convenció a todo el mundo de que venían hordas salvajes atravesando el arroyo Pantanoso y todos debían volver a sus hogares para defender sus propiedades y su familia. La efectividad del manejo del rumor, ese que suele ser de origen desconocido y basado en los prejuicios y temores del común denominador de la gente, se demostró en que a las cuatro de la tarde todo el mundo se encerró en su casa. Cuando la prensa intentó rastrear las fuentes de la información, sólo pudieron confirmar que algunos policías habían recorrido los negocios del centro de la capital aconsejando a sus propietarios cerrar para evitar las posibles consecuencias. El resultado de la experiencia era claro: el miedo seguía surtiendo efecto.
Con el gobierno frenteamplista, arreciaron entonces los discursos alarmantes sobre la delincuencia. La misma que los gobiernos blancos y colorados no habían podido controlar ni solucionar. Por el contrario, las crisis económicas con base a las políticas neoliberales no habían hecho más que aumentarla. Lo único que los dejaba en falsa escuadra era que nunca como durante el gobierno del Frente Amplio, habían sido encarcelados tantos narcotraficantes de gran porte. Anteriormente no habían existido tampoco procesamientos por lavado de dinero ni por trata de blancas. Pero ante la duda, avanzaron, y los sectores más conservadores de los partidos tradicionales volvieron a hacer lo que saben hacer: inculcar el miedo a un nuevo enemigo interno, esta vez, todos los menores de dieciocho años.
Por eso la virtud del discurso del Presidente Mujica, del 19 de junio, fue la de deconstruir el discurso de la derecha. Primero asumiendo la responsabilidad ante la inseguridad ciudadana, segundo, planteando la responsabilidad compartida de todos y todas como sujetos de derecho pero también de obligaciones y por último exhortando a la ciudadanía a debatir sobre qué tipo de convivencia deseamos construir.
Lo primero que se impuso para el debate fue el objetivar con números la realidad. Algunos datos interesantes surgieron de las exposiciones de un equipo de investigadores colombianos que con apoyo del BID realizaron diferentes encuestas sobre cultura ciudadana en diferentes ciudades latinoamericanas. Uno de los datos interesantes que presentaron fueron los de las tasas de homicidios. Colombia presentaba su éxito de haber bajado la tasa de homicidios de 37 cada 100.000 hab. a 20 cada 100.000 hab. Venezuela tiene 52 homicidios cada 100.000 hab. Y Uruguay tiene 6.1 cada 100.000 hab. Cifra que según el Ministerio del Interior habría bajado aún más el último año. Antanas Mockus, uno de los investigadores, comentó, “nos sentimos como quien trae leña al bosque”, al elogiar el trabajo iniciado por el gobierno en cuanto a la seguridad y la convivencia.
Pero yendo a los números nacionales ofrecidos por el Ministerio del Interior, resulta que del total de muertes violentas, el 43,4% son por suicidios; el 36,7% por accidentes de tránsito; el 4% por accidentes de trabajo; el 2.9% por violencia doméstica; el 1,7% por homicidios en el marco de hurtos y rapiñas protagonizados por adultos y el 0.6% de los homicidios también en el marco de hurtos y rapiñas, son protagonizados por menores. Más un 10,7% de otros homicidios.
Resulta claro entonces, que sean 15 o 20 medidas las que se tomen para evitar la inseguridad de la población, los menores de dieciocho años están lejos de ser el principal factor de preocupación. Y sí son nuestra principal responsabilidad. Decidir qué mundo queremos dejar a las nuevas generaciones no pasa por agrandar las cárceles si no por crear modelos de convivencia más saludables y continentes.
Publicado en La República el 5 de octubre de 2012
Esa correcaminata en todo el país seguirá siendo un icono del mensaje de juventud. Todos estuvimos allí, sonriendo unos a otros, demostrando que amamos el pais en que nos toca vivir.
Somos salvaguarda de un futuro, que espera a estos jóvenes con toda su energia y valor, en la búsqueda de armonía.
Tenés razón. Son una imagen de frescura esos adolescentes desgarbados pegando zancadas por 18 de julio.
Los porcentajes están mal, debe haber errores porque la suma no llega al 100% y eso es fundamental para un análisis de la situación.
Hola Bolívar, te agradezco que me permitas aclarar ese punto. En realidad no trasladé al texto la variable: otros, sólo comparé las más importantes. Hay un 10,7% bajo el item Otros Homicidios, que podría haber incorporado. Así se completa la gráfica.
Saludos
Ahora lo agregué al texto por si alguien más ve que no cierra y no se anima a hacer el comentario. Gracias otra vez.